Revista Ecos de Asia

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This article was written on 09 Sep 2020, and is filled under Cine y TV, Varia.

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Lore y folklore del anime “Kami-sama Hajimemashita” Parte II: “Tengu”, espíritus protectores y otros secundarios

En artículos anteriores nos hemos aproximado a la serie de animación Kami-sama Hajimemashita o Kami-sama Kiss abordando brevemente la trayectoria de su autora así como analizando a uno de los protagonistas, Tomoe, señalando su relación con el folclore y la mitología japonesa. En esta entrega queremos centrarnos en algunos personajes secundarios que, igualmente, figuran en esta serie y son representaciones de determinadas criaturas y seres fantásticos.

  • Kurama, el tengu que dejó las montañas para convertirse en idol

Una de las imágenes promocionales de la serie de animación en la que podemos ver a Kurama.

Quizá otro de los personajes más interesantes de los que podemos encontrar en esta serie es Kurama Shinjirou, un compañero de clase de Nanami que compagina su formación en el instituto con el desarrollo de su carrera como cantante, de modo que ya desde su primera aparición veremos que destaca por su popularidad, así como por verse acompañado siempre de su particular banda sonora, que identificamos como uno de sus temas. Si bien, la peculiaridad de Kurama es que realmente se trata de un tengu, es decir, un yôkai que destaca por sus características aviarias y que, normalmente, habita en las montañas.

Si algo destaca a la hora de hablar de Kurama es su apariencia, siendo un alumno atractivo con un estilo a medio camino entre lo gótico y punk (collares con tachuelas, el uso de motivos en forma de cruz y maquillaje oscuro en los ojos) y que, en todas sus actuaciones y videoclips, luce, además, unas enormes alas de plumas negras que casan a la perfección con su alter ego como idol, conocido como Kurama, el ángel caído. Evidentemente, toda esta parafernalia se considera como parte del personaje, a pesar de que realmente tienen mucho que ver con su naturaleza original, desconocida para sus seguidores.

Antes de abordar la figura y mitología asociada a los tengu propiamente dichos, nos gustaría trazar un breve recorrido por el papel de Kurama dentro de Kami-sama Hajimemashita, siendo, fundamentalmente, una especie de rival para Tomoe, lo que generará toda una serie de secuencias cómicas gracias a la interacción entre ambos. No obstante, cabe destacar que en momentos de crisis Kurama no tienen ningún problema en dejar de lado sus diferencias para proteger a Nanami o llevar a cabo otras acciones en favor tanto de la protagonista como del templo que regenta, lo que demuestra la apreciación que este personaje siente por el dúo tratado en el artículo anterior.

Algunos capítulos nos ofrecen una sucinta visión del pasado de Kurama, que precisamente, procede de una zona montañosa que recibe una denominación homónima. Cuando era un niño presentaba ciertos problemas para alzar el vuelo dado el pequeño tamaño de sus alas, lo que le hacía recibir críticas y burlas del resto de tengu con los que convivía, ataques que se veían intensificados al tratarse del hijo de uno de los jefes y yôkai más poderosos del pueblo del que procede. Finalmente, y atendiendo a la presión sufrida, opta por abandonar la zona de Kurama e infiltrarse en el mundo humano, donde se desarrolla hasta convertirse en el personaje que se nos presenta en los capítulos.

Kurama en su faceta como idol, donde podemos ver sus alas negras.

Cabe destacar, en primer lugar, que si pensamos en la imagen tradicional de un tengu, poco tiene que ver con el tratamiento de Kurama, ya que no presenta ni el rostro de color rojo ni la prominente nariz que caracteriza a estas criaturas, aunque bien es verdad que cuenta con algunos detalles de interés que comentaremos a continuación. Son varias las imágenes que se han asociado a los tengu, aunque en todas ellas podemos encontrar una serie de características comunes que han terminado por construir una imagen popularizada: una forma corporal a medio camino entre un humano y un monstruo, atendiendo a sus grandes alas y garras, así como otros elementos como su larga nariz, la piel del rostro de color rojo nos permiten diferenciar a los tengu del resto de yôkai. Cuentan con un elemento específico que nos permite también distinguirlos, el llamado ha-uchiwa, un abanico de plumas al que se le otorga cierta magia, ya que se supone que al agitarse tiene la capacidad de crear grandes ráfagas de viento, o las tengu-geta, unas sandalias de gran altura donde la suela se apoya en una única tabla o diente de madera. Destacan por su carácter engañoso, siendo estafadores que pueden infiltrarse en el mundo humano gracias a su capacidad de adoptar forma antropomorfa, aunque algunas características, como las alas, permanecen y, en el caso que nos ocupa, pueden ser aprovechadas en favor de una carrera del espectáculo. Viven en las montañas, sobre todo en la zona de Kurama, que, como vemos, tiene cierta vinculación con este personaje, y muchas veces en distintos relatos pertenecientes al folclore japonés se los trata como engreídos y estúpidos lo que tiene mucho que ver con el carácter casi caricaturesco del tengu presente en Kami-sama Hajimemashita.

Dos representaciones distintas de un tengu. En el caso de la primera vemos cómo se aproxima más a una representación zoomorfa, respetando elementos propios de las aves. En la segunda imagen tenemos una representación más cercana a la que prima en la actualidad, destacando rasgos como el tono rojo de la piel, la larga nariz así como las sandalias y abanico correspondientes.

A la hora de abordar la historia de estos yôkai, hemos de señalar que la primera mención de los tengu en el folclore japonés nos remite al Nihon Shôki (720), concretamente al capítulo número veintitrés. Esta primera mención tiene mucho que ver con el folclore chino dado que los caracteres utilizados se refieren al llamado tiangou o perro celestial, una criatura de forma cánida que, a su vez, se asemejaba a una estrella fugaz. No obstante, estos mismos caracteres presentan otra lectura que vendría a ser amatsukitsune o zorro celestial en este caso. Por lo que tendríamos aquí una especie de conglomerado que aúna diversas criaturas fantásticas pertenecientes tanto al folclore chino, donde también podemos encontrar un espíritu de zorro llamado huli jing, sin dejar de lado, por supuesto, el kitsune japonés al que nos hemos referido en la entrega anterior.

Si bien, esto poco tiene que ver con la concepción actual de los tengu, ya que, como hemos señalado anteriormente, se trata de yôkai con características aviares. Se desconoce el momento exacto en el que el aspecto de criatura cambia, aunque existen diversas teorías al respecto que establecen un vínculo con una deidad que, en este caso, pertenece al hinduismo: Garuda, que presenta forma de águila, destacando sus alas y pico como rasgos principales. A pesar de este posible vínculo, nos gustaría señalar que las diferencias entre uno y otro son evidentes, sobre todo en lo referente al carácter, siendo Garuda una deidad amable que poco tiene que ver con ese matiz engañoso e incluso engreído que se asocia a los tengu. Por otro lado, y con elementos mucho más semejantes, destaca la divinidad mencionada en el Kojiki como Amanozako, cuyo nombre vendría a significar “Dios tengu” y que está vinculada al dios Susanoo (que la vomitó al verse poseído por su espíritu). Amanozako destaca por su rostro monstruoso con una gran nariz, orejas puntiagudas, garras afiladas y la capacidad de volar, sin dejar de lado su mal carácter.

Atendiendo a lo que hemos comentado, Kurama poco tiene que ver con la definición y elementos que distinguen a los tengu, si bien, como ya se ha visto, estos quedan sublimados en favor de crear un personaje atractivo y carismático para el público humano al que van destinadas sus canciones. Ya hemos hablado de su lugar de procedencia, del mantenimiento de sus alas negras, de sus uñas largas que bien podrían remitirnos a las garras propias de estas criaturas, así como su carácter engreído, conquistando (engañando también) a sus fans con su carisma sin dejar de lado su auténtica identidad como yôkai.

A lo largo de la serie, fundamentalmente en esa parte de la trama que se dedica al pasado de Kurama, veremos aparecer otros tengu con unas características similares que, en este caso, toman un atuendo y accesorios más tradicionales.

  • Onibi o los ayudantes de Nanami

En los primeros capítulos, cuando Nanami asume su posición como diosa y acude a su templo correspondiente donde no sólo se encontrará con Tomoe, sino también con los espíritus Onikiri y Kotetsu, identificados como onibi.

Atendiendo a las características que se asocian a los mismos según el folclore nipón se trataría de pequeños espíritus que surgen de los cadáveres tanto de animales como de personas y que toman forma de fuego fatuo de tono, sobre todo, azulado. En este caso, la presencia de estos dos fantasmas poco tiene que ver con su definición original, ya que nos encontramos con dos niños enmascarados vestidos con kimono, de los que desconocemos su historia así como lo que se esconde detrás de dichas máscaras.

En la parte superior tenemos a Onikiri y Kotestsu, mientras que en la parte inferior tenemos a los personajes a los que hacen referencia sus máscaras.

Resultan curiosos dos aspectos que nos gustaría comentar. Partiendo de la iconografía de las máscaras que representan a un personaje masculino (Kotetsu) y a un personaje femenino (Onikiri), siendo respectivamente los personajes Hyottoko y Okame/Otafuku. En el caso del primero, cuenta la leyenda que originalmente se trataba de un niño con el rostro deforme (algo que se ve muy claro en el propio Kotetsu por representarse siempre con un ojo abierto y otro cerrado) que tenía la capacidad de producir oro con su ombligo, por lo que es un personaje que se suele asociar atraer la buena fortuna; en el caso de Okame u Otafuku ocurre algo similar, siendo una mujer que se caracteriza por su sonrisa, trayendo felicidad y buena fortuna al hombre con el que contrae matrimonio. Por otro lado, un segundo aspecto que nos gustaría destacar es que a pesar de que los onibi se presentan como entidades inofensivas, en la serie veremos como Onikiri y Kotetsu son capaces de utilizar algunas habilidades para apoyar a la deidad del templo.

En última instancia señalar que este esquema de pequeñas espíritus que se presentan en pareja es algo que veremos asociado a las distintas divinidades y personajes que van apareciendo a lo largo de la serie, eso sí, en cada uno de los casos adaptándose a las características del entorno y de aquel al que sirven. A título de ejemplo, cuando nuestros protagonistas viajen al fondo del mar para encontrar el palacio del rey dragón, la reina se ve acompañada por dos espíritus similares cuya apariencia nos remite a criaturas marinas.

  • Mamoru-kun, un familiar para protegerlos a todos

Mamoru es un personaje que aparece al principio de la segunda temporada de Kami-sama Hajimemashita por intervención de otro de los secundarios, Otohiko, que le entrega a Nanami un huevo del que nace. No obstante, se podría decir que su nacimiento es prematuro, y que por eso presenta una forma tan pequeña y, en apariencia, inofensiva.

Este personaje vendría a ser un shikigami, es decir, lo que consideraríamos como un familiar cuyo poder está conectado a la fuerza espiritual de aquél que lo convoca, Nanami en este caso. Por ello, es ella la que le da su nombre, que no hace otra cosa que condicionar su poder y habilidades, en este caso, la capacidad de proteger y purificar a todo aquello que nuestra protagonista le ordene.

Mamoru recién salido del huevo que le entrega Otohiko a Nanami.

Como otras características a tener en cuenta respecto a este personaje y su vinculación con los shikigami, decir que sólo Nanami y el resto de yôkai pueden verlo y que también tiene la capacidad de transformarse en humano, adoptando la forma de un niño que viste el mismo delantal rojo que en su forma zoomorfa.

  • Personajes de fondo, mitología y folclore variado

En última instancia y a modo de cierre de este artículo, nos gustaría hacer una breve mención a otros personajes que aparecen en la serie y cuya identificación no obedece a una figura concreta presente en la mitología nipona. Podría ser el caso del anteriormente mencionado Otohiko, que se presenta como una divinidad del viento, o el propio Mikage (anterior divinidad de la tierra que cede su papel a Nanami). En ambos casos se trata de personajes divinos que van a estar pendientes de las acciones de los protagonistas y su desarrollo, intentando buscar el bien común y la evolución de Nanami y, sobre todo, de Tomoe.

Lo mismo podemos decir de Mizuki, el segundo familiar de Nanami, que fundamentalmente aparece como humano aunque puede tomar forma de serpiente. Una de sus características más interesantes es que posee un incendio mágico que permite al cuerpo y al alma viajar en el tiempo a un momento determinado, también produce sake de alta calidad. En este caso no estamos hablando de un shikigami propiamente dicho, sino que su rol es más similar al de Tomoe, aunque ocupa un papel secundario en la serie. Hay que destacar que somos conscientes del pasado de Mizuki, y es que anteriormente servía en otro templo, hasta que la divinidad regente en el mismo desapareció (como vemos, su historia permite relacionarlo con el propio Tomoe).

Captura de la serie de animación en la que podemos ver a Mizuki con una serpiente blanca de fondo que nos habla de su naturaleza, así como sujetando el sake que él mismo produce.

Cuando los personajes visitan o se trasladan por determinadas circunstancias al mundo espiritual nos encontraremos otros tantos personajes, como pueden ser cortesanas en forma de tanuki,[1] o una interpretación del cuento de Urashima Tarô en el que se encuadran personajes como Himemiko, el rey dragón y su consorte, o Tsuchigumo, en siguientes entregas de esta serie hablaremos de esta curiosa historia.

Cortesanas tanuki acompañando a Tomoe en uno de los episodios.

Para saber más:

  • Bathgate, M. R., The Fox’s Craft in Japanese Religion and Folklore – Shapeshifters, Transformations, and Duplicities. Nueva York, Routledge, 2004.

Notas:

[1] Los tanuki se tratan de un yôkai cuya forma se asemeja a la de un mapache con unos grandes testículos y tiene la capacidad de distorsionar la visión de las personas que se cruzan con él.

avatar María Gutiérrez (133 Posts)

Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, Máster de Estudios Avanzados en Hº del Arte y Máster en Formación de profesorado en Educación Secundaria por la misma universidad. Actualmente se encuentra ultimando su tesis doctoral acerca del coleccionismo de muñecas tradicionales japonesas.


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