Revista Ecos de Asia

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This article was written on 27 Oct 2015, and is filled under Arte.

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Recorrido por el Museo Oriental de Valladolid I

En España existe un gran patrimonio procedente de Asia Oriental, que se reparte entre colecciones particulares, entes privados e instituciones públicas, del cual apenas es accesible para el gran público una pequeña parte, ya sea mediante una presencia reducida (en ocasiones, incluso, anecdótica o marginal) en muestras permanentes o a través de exposiciones temporales de gran nivel (que hemos tenido ocasión de reseñar en más de una ocasión). Dentro de este panorama, el Museo Oriental de Valladolid, con su exposición permanente, se alza como principal centro del país dedicado a las artes asiáticas tradicionales.[1]

La idea del Museo Oriental surge para dar respuesta a una necesidad de almacenamiento, conservación y, sobre todo, difusión de un patrimonio artístico propiedad de la Orden de San Agustín, obtenido a través de sus misiones en tierras orientales, especialmente en Filipinas.[2]

Fachada del Real Colegio de los Agustinos de Valladolid.

Fachada del Real Colegio de los Agustinos de Valladolid.*

En un primer momento, durante el siglo XIX, las piezas que se recibían de Oriente en el Real Colegio de los Padres Agustinos de Valladolid se empleaban para formar a los futuros misioneros en las culturas en las que tendrían que realizar su labor evangelizadora. Así, a través de algunos de estos objetos que habían hecho llegar sus predecesores, los misioneros tomaban un primer contacto con los códigos visuales, los usos y costumbres, los aspectos más complejos y los más básicos de los pueblos lejanos que pronto se convertirían en su hogar.[3] En 1874, coincidiendo con un incremento de las misiones en Asia,[4] este proceso culminó con la creación de salones para exhibir estas piezas, espacios que se mantendrían durante parte del siglo XX y que supusieron el germen del actual museo.

Fruto de este estrecho contacto con Asia y de la vocación divulgadora, nació el Museo Oriental tal como lo conocemos en la actualidad, inaugurado por los Reyes de España el 12 de octubre de 1980, lo cual contribuye a dar una idea de la relevancia que manifestó ya desde los inicios de su periplo moderno. No obstante, lejos de considerar esta inauguración un objetivo cumplido, supuso más bien el punto de partida de una renovada actitud respecto al arte asiático, en la que las adquisiciones cobraron fuerza para nutrir los fondos, si bien este método no impidió que la vía más frecuente haya seguido siendo el de las donaciones. Y es que éstas también se han hecho más habituales y notables, amparadas en el entorno museístico al que van a parar las piezas (que, en muchas ocasiones, tranquiliza y motiva a coleccionistas particulares a depositar sus piezas en un contexto favorable en el que sean atendidas y valoradas); así, hay varias colecciones de gran entidad que han sido entregadas por particulares para su exhibición en el Real Colegio de los Agustinos de Valladolid, de los más variados tipos (desde cerámicas hasta textiles) y las más diversas procedencias (la última, producida hace apenas unas semanas, ha consistido en una docena de kimonos que han sido incorporados a los almacenes del museo –de momento, todavía no se contempla su exhibición, hasta que se estudie cómo integrarlos en el espacio expositivo– gracias a la generosidad de un matrimonio japonés).[5]

Dentro del recorrido del museo, están muy presentes los donantes que han hecho posible la colección, a través de retratos en las zonas de transición. Puede percibirse, además, la gran cantidad de paneles explicativos que rodean algunas de las vitrinas.

Dentro del recorrido del museo, están muy presentes los donantes que han hecho posible la colección, a través de retratos en las zonas de transición.
Puede percibirse, además, la gran cantidad de paneles explicativos que rodean algunas de las vitrinas.

De esta manera, el museo ha logrado constituirse en un centro de obligada visita para el estudio del Extremo Oriente en España. Esta importancia se ve reforzada por la gran cantidad de publicaciones y catálogos detallados que mayoritariamente Blas Sierra, director de la institución, ha realizado[6] para dar a conocer diversos aspectos de las colecciones,[7] siendo algunos de ellos obras de gran importancia para el conocimiento del arte y la cultura asiáticos. Más allá de estos textos, cuya relevancia puede aproximarse más al ámbito académico, el propio museo está concebido de forma que constituya una experiencia divulgativa clara para aquellos curiosos que se animen a visitarlo, tanto en visitas grupales como por libre.

Entrada al museo, que ocupa parcialmente dos tramos del claustro en un nivel subterráneo.

Entrada al museo, que ocupa parcialmente dos tramos del claustro en un nivel subterráneo.

El museo se articula en dieciocho salas, aunque el conjunto de la visita es mucho más rico. La exposición, como adelantábamos, se ubica en el Real Colegio de los Agustinos de Valladolid, un edificio neoclásico de aspecto imponente que da la bienvenida al visitante.[8] Una vez en su interior, un pasillo conduce hasta las dependencias del museo, en las paredes cuelgan diversos paneles que elaboran un abundante contexto sobre la Orden de los Agustinos, su presencia en misiones tanto en Asia como en América, la Orden en España y el Real Colegio. Este primer recorrido finaliza con la puerta de acceso al museo, ligeramente escondida en un recodo, que hace las veces tanto de vestíbulo como de primera sala expositiva. En la recepción del museo ocurre algo parecido: además del mostrador de atención al público y las vitrinas en las que se exhiben las publicaciones a la venta (y otros souvenirs), pueden contemplarse ya algunas piezas, que introducen al visitante en el discurso expositivo.

Algunos detalles de una de las salas dedicadas a Filipinas, donde pueden verse la importancia del arte religioso cristiano y el carácter próximo a la etnografía.

Algunos detalles de una de las salas dedicadas a Filipinas, donde pueden verse la importancia del arte religioso cristiano y el carácter próximo a la etnografía.

Un rasgo muy llamativo, aunque evidente si tenemos en cuenta el contexto del museo, es la notable presencia de arte cristiano, que, además de ser fundamental en la sección dedicada a Filipinas (donde es uno de los hilos conductores, junto a las piezas –de carácter más etnográfico que artístico– de las culturas locales), posee también una representación tanto en la sección de China como en la de Japón que resultan curiosas y, quizá, desproporcionadas en comparación con la representación de otros aspectos de las distintas culturas. No obstante, esta “discriminación positiva” posee, en este caso, un especial valor, ya que permite contemplar distintas manifestaciones artísticas vinculadas a la religión cristiana que, por diversos motivos, no llegaron a cuajar en China y Japón de la manera que lo hicieron en otros lugares evangelizados. Así, a través de estas piezas, conocemos un arte minoritario pero no por ello menos trascendente, ya que constituye un testimonio importante de momentos de contacto en los que se acercaron, o intentaron acercarse, las culturas orientales y la occidental. Estas piezas, que responden al fenómeno de enculturación que se llevó a cabo para la evangelización en Oriente, corresponden tanto a objetos puramente religiosos (como tallas, atriles y otras piezas para la celebración de la eucaristía) como a otros más cotidianos en los que la imagen religiosa cristiana cobra una importancia destacada.

Ejemplos de enculturación: atril japonés de estilo namban (arriba a la derecha) y varias piezas chinas: campana, tetera y pequeño recipiente, todos con representaciones de la Cruz.

Ejemplos de enculturación: atril japonés de estilo namban (arriba a la derecha) y varias piezas chinas: campana, tetera y pequeño recipiente, todos con representaciones de la Cruz.

Como avanzábamos, el museo posee una vocación divulgativa que se evidencia ya desde su disposición: la distribución de las vitrinas, el reparto de las piezas y la abundancia de cartelas explicativas (frecuentemente con textos más allá de la mera identificación de las piezas), permiten al visitante que acude de manera independiente aproximarse y profundizar tanto en las obras exhibidas como en su contexto (epocal, social, geográfico, cultural, etc.), generando una experiencia de diálogo alejada de la mera contemplación de piezas estéticamente agradables, sorprendentes o diferentes. Por otro lado, si se opta por la visita guiada, podrá disfrutarse de un discurso muy ameno, en el que más que profundizarse en las piezas se ofrece una visión panorámica de su significación cultural, a través de una explicación sencilla, que presenta las culturas orientales de manera introductoria.

La visita al Museo de Arte Oriental de Valladolid es, más que recomendable, obligada para todo amante del arte asiático que se precie. Tanto su afán didáctico como la calidad y variedad de sus piezas convierten la visita en una grata experiencia en la que disfrutar de sus conocimientos previos, así como aprender y dejarse sorprender por nuevos aspectos desconocidos de estas culturas, puesto que el abanico de técnicas, temáticas, tipologías, objetos, costumbres, etc. es lo suficientemente amplio como para llamar la atención hasta del ojo más experto.

Del mismo modo, su sencillez y cercanía convierten la visita en perfecta también para aquellos que desconocen el arte y la cultura asiáticos o que no poseen un especial interés por las mismas, puesto que ofrece numerosos estímulos para lograr asimismo el disfrute de aquellos a los que estas manifestaciones les son, a priori, indiferentes.

En un próximo artículo, trataremos con mayor profundidad las colecciones que pueden contemplarse en el Museo de Arte Oriental de Valladolid. Si bien su magnitud no permite un acercamiento excesivamente detallado (incluso el gran número de catálogos logran abarcar a duras penas el estudio de las piezas), intentaremos ofrecer una serie de pautas para animar al lector a visitarlo, si tiene ocasión, a través de las piezas y salas más interesantes que nos ofrece este importantísimo centro para la comprensión del arte oriental.

Notas:

* Todas las imágenes pertenecen a la autora.

[1] En cualquier caso, no se trata del único museo de estas características en España, también puede encontrarse en Ávila el Museo de Arte Oriental, en el Real Monasterio de Santo Tomás, con un origen similar al vallisoletano, vinculado a la labor misionera y religiosa, en este caso de la Orden de los Dominicos.

[2] De hecho, sería un religioso agustino, fray Andrés de Urdaneta, quien capitanearía junto a Miguel López de Legazpi una expedición que establecería la ruta conocida como Tornaviaje, comunicando Manila con Acapulco, principal vía de transmisión de conocimiento y objetos entre el Reino de España y Asia Oriental, de la que ya David Lacasta y Marisa Peiró hablaron aquí.

[3] Esta labor docente entroncaba con el fenómeno de enculturación que, desde la llegada de las primeras misiones a Asia Oriental en el siglo XVI, se había generalizado como método más efectivo para conectar con la población nativa. A través de este sistema, los misioneros adoptaban las costumbres locales (edificios, vestimenta, uso de objetos…) y adaptaban las ceremonias cristianas a estas prácticas tradicionales. Sirvan de ejemplo las iglesias japonesas realizadas por los jesuitas durante el Siglo Ibérico nipón, de las que tuvo ocasión de hablar Marisa Peiró en este artículo.

[4] Incremento debido a la apertura del canal de Suez en 1869, estableciéndose una nueva ruta mucho más breve y cómoda de realizar, que estimuló los desplazamientos de misioneros, principalmente a China y Filipinas.

[5] Entre estos benefactores, destacan el matrimonio Cheng, el matrimonio de Gherardi y el formado por José Pedro Ibáñez y Guadalupe Urbón, todos ellos donantes de colecciones de entidad suficiente como para protagonizar catálogos centrados en ellas (ver nota 7). Por otro lado, también destaca la labor de figuras como el Padre Nicanor Lara, cuya mediación y mecenazgo incrementaron notablemente los fondos del museo.

[6] También hay algunos títulos (los menos) firmados por José Manuel Casado Paramio: Pinturas religiosas chinas, Marfiles Hispano – Filipinos, China. Mitos, dioses y demonios, y la obra Museo Oriental de Valladolid. Orígenes, presente y obras maestras, realizada en colaboración con Blas Sierra.

[7] Entre las publicaciones del museo, podemos encontrar desde catálogos de exposiciones realizadas (Filipinas ayer. Vida y costumbres tribales, Vientos de Acapulco, Relaciones entre América y Oriente, Filipinas 1870-1898. Imágenes de ‘La Ilustración Española y Americana’, Colección S. C. Cheng. Arte chino o China 1793. La Embajada de Lord Macartney, por citar algunos), catálogos del museo (Pintura china de exportación, Japón. Fotografías, s. XIX, Imágenes de la Revolución Cultural China, Yoshitoshi y su escuela. Grabados ‘ukiyo-e’ o Porcelanas chinas. Donación Ibáñez-Urbón, de nuevo, varios títulos escogidos de entre los ofertados), guías del museo (Museo Oriental. Guía del visitante sería la más destacada, junto con otras publicaciones dedicadas a las obras selectas de China, Japón y Filipinas) y una interesante colección de Cuadernos del Museo Oriental, publicaciones más breves y económicas que abordan el estudio concreto de subcolecciones con un nexo en común (destacamos, por ejemplo, La seda en la China imperial. Mito, poder y símbolo; Donación ‘De Gherardi’. Arte de los aborígenes en Taiwán o Dinero Chino. Monedas y billetes, títulos todos ellos en los que se refleja la particularidad de los temas abordados).

[8] Conocido comúnmente como convento de los Agustinos Filipinos, se trata de un edificio diseñado por Ventura Rodríguez entre 1759 y 1760, cuya construcción se prolongaría hasta 1930. El origen de este colegio es el proyecto, ideado en 1732, de crear un seminario para la formación específica de sacerdotes destinados a Filipinas. Poco después, este proyecto es sancionado por el papa Clemente XIII, y en 1743 es reconocido por la corte, por la relevancia que alcanzaba dentro de la construcción estatal. Algo más de una década después, se iniciarían las obras, aunque estas se completaron a lo largo de distintas fases que alcanzarían el siglo XX. Puede encontrarse más información sobre el edificio, su arquitectura y sus fases de construcción aquí.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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