El cine es uno de los aspectos más relevantes y atrayentes de la cultura india, constituyendo una industria de dimensiones estratosféricas, con una idiosincrasia propia además de unas características sumamente distintivas. Debido a la importancia capital de esta manifestación artística y cultural, la cobertura que la cadena británica BBC le ha destinado es, en consonancia, muy relevante dentro de su especial veraniego Big British Asian Summer. Si en artículos anteriores tratábamos temáticas de variado interés, referidas a la historia, la música o la sociología, ahora nos detenemos en analizar Bollywood: The World’s Biggest Film Industry, un documental en dos partes, de una hora de duración cada una, que fue emitido los días 13 y 20 de agosto de 2018 a través del canal BBC Two.
Esta producción británica está comandada por la presentadora Anita Rani, a quien ya pudimos ver el año pasado rastreando los orígenes de su familia en un viaje al Punjab, dentro del emotivo documental My Family, Partition and Me: India 1947 (2017), al que hicimos mención en un artículo anterior. En esta ocasión, Anita se embarca en una aventura de tono mucho más festivo para mostrar los entresijos de la industria de Bollywood. Si algo resulta apasionante de este documental (y que es común a los productos de la cadena británica BBC) es que no se limita meramente a mostrar algo que, para las audiencias del Reino Unido, podría resultar exótico y atrayente, sino que se esfuerza en rastrear las causas profundas, mostrando las luces, pero también las sombras, de este fascinante mundo de colorido lujo que conforman las películas de Bollywood.
El documental se articula en dos partes bien diferenciadas, destinando el primero de los episodios al análisis de los factores clave que componen una película india, como por ejemplo el baile o las escenas de acción; mientras que el segundo episodio se centra en aspectos de rabiosa actualidad, profundizando en el choque entre el viejo y el nuevo Bollywood.
Así pues, la andadura de Anita Rani se inicia en la ciudad de Bombay, que da nombre a la industria de cine indio, si bien se nos explica cómo, técnicamente, el término Bollywood se refiere exclusivamente a las películas en idioma hindi. En primer lugar, la presentadora acude a una sala de cine para vivir en sus propias carnes lo que supone la experiencia cinematográfica en este país, sorprendiéndose por el precio barato de las entradas (80 rupias, que equivale a algo menos de una libra), o la ceremonia previa a la emisión del filme, que incluye la proyección del himno de la India mientras los espectadores lo cantan de pie con verdadera solemnidad, para acabar absorbida por un ambiente vivaz e interactivo en el que la gente jalea a los héroes y grita a la pantalla –algo que contrasta con la forma de ver cine imperante en Occidente-.
Este tipo de taquillazos reciben el nombre de masala movie y suponen una combinación de cine de acción, comedia romántica y, por supuesto, el género musical. Para comprobar de primera mano la importancia de la música en el cine indio, nos introducimos en el rodaje de la película Fanney Khan (2018), protagonizada por la estrella internacional Anil Kapoor. Es así como vemos que en los números musicales, siempre presentes en el cine de Bollywood, es el coreógrafo el que toma las riendas del filme y no el director, articulando un set con gran número de personas y enseñando in situ a las estrellas de cine los pasos que deben llevar a cabo, puesto que los actores principales no acostumbran a ensayar las complejas coreografías con el resto del reparto.
A continuación, conocemos a la coreógrafa Kruti Mahesi, de cuya mano descubriremos la importancia capital del baile dentro de la cultura india, así como el origen de la gestualidad empleada en los movimientos de las manos, llamados “hasta mudras”, que derivan del folclore tradicional y funcionan, a modo de lengua de signos, para contar una historia. Dentro de cualquier película de Bollywood hay diversos números musicales, de entre los que destaca el denominado item number o coreografía principal que sirve para articular toda el filme, interpretado por la item girl, con una serie de pasos simples y fácilmente reproducibles llamados hook steps que sirven de gancho, ayudando a la popularización de la película. Ejemplo claro de ello son los movimientos de la película Dabangg 2 (2012).
Pero las enseñanzas de esta profesional no se quedan en aspectos meramente teóricos y generalistas, sino que tomará a la presentadora y le enseñará una coreografía aplicando los trucos de las estrellas, como el uso del playback, la división del baile en secuencias cortas más fáciles de memorizar, o la importancia de la edición y postproducción para alcanzar un resultado profesional.
Video en el que la presentadora del documental, Anita Rani, aprende una coreografía de estilo Bollywood.
Junto con el baile, el otro aspecto clave de las películas indias es la acción, para lo cual viajamos hasta las afueras de Lucknow y nos introducimos en el rodaje de Raid (2018), protagonizada por Ajay Devgn. Además del trabajo de los especialistas, capaces de desafiar las leyes de la física en peleas imposibles, utilizando mecanismos muy rudimentarios, debemos destacar ciertos aspectos más prosaicos pero puramente indios, como es el hecho de que, antes de cada jornada del rodaje, el equipo entero dedique una plegaria a Ganesh. Técnicas igualmente arcaicas que las de los especialistas –aunque no por ello menos curiosas- emplean los encargados de recrear los efectos de sonido en el estudio, utilizando elementos cotidianos que aportan la magia del cine.
El documental se adentra también en otros aspectos de la producción cinematográfica, como es el diseño de vestuario, entrevistando a Manish Malhotra, que crea auténticas joyas con recargados bordados hechos a mano; o el manejo de sets de rodaje con cientos de extras, en los que cuesta ver el orden dentro del caos, como es el caso de la película histórica Manikarnika: The Queen of Jhansi, ambientada durante el motín contra los británicos en 1857 y rodada en la majestuosa Fortaleza de Mehrangarh, en Jodhpur.
Pero, sin duda, una de las claves del cine indio es la importancia que adquieren los actores y actrices, encumbrados al estatus de estrellas y que llegan a recibir un tratamiento cercano al de una divinidad. Para debatir sobre los efectos de la fama, Anita se encontrará con el atractivo Sidharth Malhotra, una joven estrella emergente al que ya vimos protagonizar taquillazos como A Gentleman (2017). Sin embargo, el reconocimiento con el que cuenta Sidharth palidece en comparación con la auténtica veneración que el pueblo indio profesa a las estrellas clásicas de la talla de Amitabh Bachchan o Shah Rukh Khan, capaces de bloquear el tráfico de una ciudad con su mera presencia, puesto que el cine en la India alcanza cotas de religión -en palabras de la propia resentadora-.
La segunda parte del documental se centra en explorar los cambios más recientes que la industria de Bollywood ha experimentado, que en muchos casos se deben a una mayor occidentalización de este tipo de cine. La mayor presencia de occidentales trabajando en la India se deja entrever en las coreografías, mucho más sensuales y que adaptan movimientos del hip hop, o en la proliferación de actrices caucásicas, lo que está en relación con un ideal de belleza femenino que da preponderancia a la tez clara, propia de las europeas.
Anita se reúne con actrices, como la ya consagrada Amy Jackson, originaria de Liverpool y que lleva siete años en la India forjando su exitosa carrera profesional. Las entrevistas con algunas de estas mujeres desvelan los problemas de acoso sexual y sexismo que muchas de ellas deben afrontar en su arduo camino hacia el triunfo profesional.
Sin duda, el papel de la mujer tiene un peso especial en esta segunda parte, en la que se da voz a las trabajadoras femeninas en distintos ámbitos de la producción cinematográfica, como las maquilladoras. En la India, la labor de maquillaje y peluquería en el cine había sido tradicionalmente exclusiva de los hombres hasta el año 2015 cuando, tras años de presiones, una resolución del tribunal supremo les abrió las puertas de esta profesión.
El cambio feminista ha llegado también a la ficción puesto que, en la ya comentada Manikarnika: The Queen of Jhansi, las mujeres son auténticas guerreras de acción, encabezadas por su protagonista, la afamada Kangana Ranaut (a quien vimos recientemente en Simran). En una entrevista con esta actriz se habla del esfuerzo por denunciar y combatir el sexismo en su industria, tratando de acabar con el patriarcado en Bollywood.
Finalmente, el documental se adentra en dos proyectos recientes que resultan clave por diferentes motivos. De una parte, encontramos la que ya ha sido denominada como película del año en Bollywood: Padmaavat, un drama épico ambientado en el siglo XIV que relata la historia de una princesa hindú que es raptada por un rey musulmán. Basado en una obra literaria clásica, el relato forma parte esencial de la cultura india y el personaje de esta princesa, aunque teóricamente ficticio, es sumamente importante en este país. Es por ello que, ante los rumores de que la película incluiría escenas íntimas, la controversia no tardó en estallar, tornándose en violentas protestas por parte de distintos grupos políticos y religiosos, que atacaron el rodaje amenazando a la protagonista y al director (llegando incluso a poner precio a su cabeza). Todo ello provocó que el rodaje se retrasara, puesto que debieron de trasladarse de Rajastán a Bombay y reconstruir el set.
De otra parte, acudimos al rodaje de Mere Pyaare Prime Minister, una película ambientada en los suburbios de Bombay y que cuenta la historia de Kahnu, un niño que quiere construir un retrete para su madre. La situación sanitaria de las zonas más pobres de la India es un tema de plena actualidad en el cine de Bollywood, con cintas como Toilet. A love story (2017), que trata el mismo tema sobre la necesidad de construir baños en una zona rural, o Padman (2018) que habla sobre compresas en un país en el que la menstruación continúa siendo un tema tabú a día de hoy.
Como se percibe a través de estas dos horas de documental, Bollywood es una industria enorme y en pleno cambio, que aglutina una gran cantidad de aspectos creativos y ocupaciones diversas. Progresivamente ha ido evolucionando, abriéndose a las influencias occidentales y dejando que las mujeres ocupen puestos que hasta hace poco les eran negados. Aunque en general las películas indias tienen unas características definidas, el mercado es tan amplio que permite abarcar una gran variedad de temáticas, ya sean históricas o actuales. Pero, sobre todo, una de las reflexiones más importantes a extraer de esta producción es la idea de que las películas de Bollywood no son meros entretenimientos escapistas, diseñados para reflejar un lujo al alcance de pocos con vistas a distraer a una audiencia tan masiva como empobrecida, sino que algunas cintas se implican con temáticas relevantes para la población, tratando de afectar positivamente el devenir de su país.
El documental resulta, en sí mismo, un agradable entretenimiento, lleno de dinamismo y con una temática atractiva para las audiencias occidentales (especialmente británicas, como resulta obvio debido a que ha sido producido en Gran Bretaña). El colorista mundo de Bollywood, con sus intrincadas y multitudinarias coreografías, sus actores encumbrados al estatus de divinidad, y sus exorbitantes cifras (tanto de producción como de consumo), es interesante en sí mismo. Pero es que a ello debemos añadir el hondo grado de reflexión alcanzado en el análisis de las causas, elemento que se percibe, por ejemplo, a la hora de explicar la importancia del baile en este tipo de filmes. Anita Rani realiza una labor excepcional como guía en este viaje por la industria en la que se crea la magia del cine, puesto que demuestra la combinación precisa de curiosidad, conocimientos y naturalidad que hacen de ella una gran presentadora. Cualquier aficionado al cine indio se deleitará, además, con las entrevistas a las grandes estrellas, los fragmentos de películas muy reconocidas, o el pase privilegiado a las entrañas de algunos rodajes actuales. Después de dos horas, el documental consigue no solo motivar nuestra pasión por el celuloide, sino despertar nuestra curiosidad por una industria que va mucho más allá de los masala movies.
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