Revista Ecos de Asia

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This article was written on 10 Sep 2021, and is filled under Cine y TV.

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“City of last things” de Ho Wi Ding (Taiwan, 2018): una relectura psicoanalítica

Póster del film

Introducción

En este artículo volvemos a considerar la obra del cineasta taiwanés Ho Wi Ding.  En su obra previamente analizada, Beautiful Accident (Taiwán, 2017), hemos notado una inquietud por el tema de la justicia en la vida, ejemplificada por la queja que una abogada presenta delante de los administradores del más allá cuando considera que su muerte es prematura; quiere demandar a los responsables de la administración porque tiene muchos sueños sin cumplir y estaba en el apogeo de su vida personal y profesional. Además, a lo largo de la cinta, se fortalece su empeño en que se haga justicia incluso en los casos más difíciles.

En esta película (esta vez una mezcla de ciencia ficción, film noir y melodrama) volvemos al mismo tema, pero con un toque muy diferente. Lo extraño es que tiene otro concepto de justicia con un protagonista castigando con la muerte a todas aquellas personas que cree que son responsables de las desgracias de su vida. Tiene una estructura innovadora ya que comienza por el final de la historia. Contado a lo largo de tres días, empieza cuando el protagonista tiene ya unos sesenta años, después aparece cuando es un joven detective en la flor de la vida y al final aparece como adolescente cuando coincide con una desconocida en un calabozo de una estación de policía que resulta ser su madre, la jefa de una banda de crimen organizado que por casualidad ha sido detenida el mismo día que él intentaba robar una moto. La película termina con una breve secuencia de él como infante con su madre en un parque. Puntualizamos que la madre es asesinada delante de sus ojos al final de la escena del reencuentro con ella en el calabozo.

Opiniones expresadas en la crítica del filme

Entre los comentarios hechos sobre el filme, la crítica suele alabar la representación del primer día, que está ubicado en un futuro distópico del año 2049. Se ha comparado con el clásico de ciencia ficción Blade Runner de Ridley Scott (Estados Unidos, 1984). Interesa, sobre todo, lo que relata sobre los avances en la tecnología y la clonación de personas para desempeñar algunos roles sociales.[1] Los críticos en contra del filme suelen resaltar la aversión que produce el comportamiento del personaje al final de su vida. Se le retrata como una persona sumamente violenta y sombría, que es cliente de una prostituta y después mata a tres personas, una de las cuales es su mujer, de quien se niega a divorciarse. Argumentan que después de semejante carta de presentación, es difícil que el espectador se interese por descubrir aspectos de la biografía del personaje que puedan ofrecer una explicación de la base psicológica para dicho comportamiento.

Fotograma de la prostituta en que aparece difuminada, haciendo alusión a la conexión onírica con el pasado.

Dicho esto, y frente a toda la negatividad del personaje, lo único positivo que se puede sacar en la primera parte es lo que se lee entre líneas en la forma de recuerdos de otra persona que el encuentro con la prostituta le inspira. Estos vienen porque ella parece como el doble de una mujer con la que tuvo una breve relación amorosa en su juventud. Resulta que durante su época de policía se había liado con una delincuente francesa para vengarse de su mujer, después de pillarla in fraganti en la cama con un superior.

Desde el punto de vista psicológico, la relación con la mujer francesa parece trascendental en la historia. Evoca lo que se ha comentado en un artículo previo sobre la película Lost in Translation de Sofía Coppola (Estados Unidos, 2003). Es la idea de que podemos tener un encuentro con alguien un fin de semana o en un solo día que nos cambia o nos marca para el resto de nuestras vidas. De hecho, el encuentro con la francesa representa un punto de inflexión en el personaje porque, si consideramos su historial hasta entonces, es la primera vez que se deja llevar por un impulso pasional, desafiando a la vez a la autoridad. Hasta entonces, la única representación de la autoridad significativa en su vida es la madre asesinada. Una mujer que antes de morir sólo consigue animarle a no ser como ella de mayor y a vivir una vida honorable. El hecho de que posteriormente se convierta en un policía ejemplar que se entrega en cuerpo y alma a su trabajo es prueba de la importancia que tienen sus palabras. Muestra también la importancia de los padres en la constitución de un sujeto. En este sentido, las contradicciones en su personaje pueden ser atribuidas en un primer momento a la representación de la madre. Es una mujer violenta que ha dedicado su vida al crimen, pero en el fondo se arrepiente y desea otro tipo de vida para su hijo.

Desde el punto de vista del psicoanálisis, entonces, vemos aquí cómo la psicología del “yo” está construida en función de identificaciones con un gran Otro. En este sentido el personaje sólo empieza a vivir de una forma auténtica en el momento en que, desilusionado con la corrupción de la policía, se rebela contra todo lo que había tenido por real o digno de respeto, que resultó ser falso. Irónicamente esto coincide con el momento en el que se deja llevar con su atracción por la mujer francesa y vive más en consonancia con sus pasiones, su “ello” que los razonamientos yoicos influenciados por el “Superyó” (en palabras de Freud).

Hace pensar que, en su encuentro con la prostituta, es un momento significativo porque le recuerda tal vez al único momento en su vida en que se actuó de una forma autentica y no como un proxy, como parte de un programa formado por identificaciones con otras personas de importancia e influencia en su vida. Como dicen Freud y Lacan, al contrario de lo que se cree generalmente, no es la psicología del yo que constituye lo genuino del ser, sino lo pulsional, lo que viene del ello, de lo inconsciente.[2]

Análisis de cohesión psicológica del relato; un nuevo acercamiento

Ahora bien, el retratar la vida de una persona en tres días de distintos periodos de su vida, pretende dar algún tipo de explicación de la evolución de su comportamiento en cada época. Lo que falta, entonces, entre las evaluaciones críticas de la obra es un acercamiento más psicoanalítico. Hace falta evaluar si la transición de una etapa de vida a otra y las pautas asociadas con cada etapa son lógicas desde el punto de vista de un paradigma psicológico u otro.

A partir de la representación de la primera escena tenemos a un personaje que mata sin remordimiento y después se quita su propia vida. Esto hace pensar en el comportamiento psicótico. Por otro lado, es llamativa la ausencia de la presencia de una figura paternal en su infancia. Esto hace entender por qué es un delincuente de joven, tal vez porque no ha aprendido a respetar la ley, el “no” del padre a la entrega ilimitada al goce. Con su entrada en el cuerpo de policía uno pensaría que la institución actuaría como sustituto del padre, como representación de una ley absoluta a que puede someterse. Normalmente esto rompería una tendencia hacía la psicosis y una incapacidad de sentirse culpable por sus acciones. Sin embargo, con la corrupción entre los miembros del cuerpo es posible que se derrumbe su fe en un absoluto moral, pero esto es difícil de creer.

Otro tema llamativo es el de la infidelidad de su mujer. Para ser constituido como un sujeto deseante es necesario que un sujeto pase por el estadio de Edipo y la separación del niño de su obsesión con el goce de la relación con la madre. Al estar ausente la metáfora paternal, o la castración simbólica de ser el falo de la madre, es difícil que nazca un sujeto deseante de un otro que no sea la madre. En tal caso, lo que suele producirse es una identificación con la madre y una dificultad para poder aceptar un rol paternal.

Si su mujer ha sentido la necesidad de buscar un amante, lo más probable es que al no ser constituido adecuadamente como sujeto, le cueste tener intimidad con su mujer. Su relación con la mujer francesa, en contraste, hace pensar que consigue funcionar en la intimidad gracias al hecho de que hay un desafío a la autoridad. Es un paradigma perverso que desafía cualquier tipo de representación de autoridad paternal o Superyó.  Con la perversión, se evita la castración simbólica haciendo de un objeto fetiche el reemplazamiento del falo perdido. Por eso es llamativo que la mujer juegue con una pistola como si se tratara de símbolo fálico tanto en la escena amorosa con la prostituta como con la francesa. El perfil que da el personaje, entonces, es que se ha quedado atrapado en un estado infantil de desarrollo psicológico dominado por un narcicismo perverso, donde es incapaz de alcanzar la plenitud como un sujeto deseante y se refugia en una misión de venganza hacía todos aquellos que han puesto límites a su goce.

A grandes rasgos, el presente autor coincide con el crítico John Berra en que algo le falta al retrato psicológico del personaje. Aunque su comentario de que al cineasta “por poco no logra alcanzar la profundidad de comportamiento que busca”[3] es tal vez un poco generoso. El comportamiento del personaje, en cambio, produce un grado extremo de repulsión en el espectador al no considerar sus actos justificables o excusables. Si hubiera existido algún síntoma de psicosis clínica en el relato, con alucinaciones, escuchando voces, o cualquier delirio que indicara una alteración en la percepción de la realidad, tal vez el protagonista habría parecido más interesante. En su lugar, aparece un producto de nuestra era. Un ser que lleva a cabo la venganza sin ninguna consideración moral, como si el acto de vengarse fuese un mérito por derecho propio.

Conclusión

En resumidas cuentas, esta película no presenta un retrato psicológico convincente. Hay lagunas en la justificación de algunas acciones y hay una falta de química importante entre el protagonista y la mujer francesa que es difícil de pasar por alto. Lo que la salva es la belleza de la fotografía, los juegos de luces de noche y los cambios cromáticos para complementar el estado de ánimo de los protagonistas. A pesar del mensaje subliminal, la película nos deja con un sentimiento de vacío existencial. Tiene que haber más sentido en la vida que vengarnos de todos los que nos han hecho mal y después suicidarse. Mientras la obra anterior Beautiful Accident se sostiene por una creencia en el más allá y se salva por exaltar valores positivos como el amor por la familia, e incluso representa una reconciliación con el padre, esta película sólo nos deja con un sabor amargo. Para verla omitiría el tercer acto, y sólo la vería hasta la conclusión de la historia de la relación entre el protagonista y la mujer francesa. Después, reflexionaría sobre momentos en nuestras vidas en que hemos sido auténticos, tal vez no obedeciendo a lo que nos han programado para hacer nuestros padres, sino siguiendo el corazón. En definitiva, preguntarse qué significa realmente vivir de una forma auténtica y no sólo seguir las pautas que nos ha dejado o enseñado otra persona.

Notas:

[1] Recuerda, por ejemplo, a los clones que Harrison Ford tiene que cazar en Blade Runner de Ridley Scott (Estados Unidos 1982).

[2] Jáuregui O., Maggie, “El Edipo en Freud y Lacan”. Disponible aquí.

[3] Berra, John, “´Cities Of Last Things’: Toronto”, 10 de septiembre de 2018. Disponible aquí.

avatar Simon Kelly (35 Posts)

Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, donde también realizó el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, especializándose en cine y literatura. Además, es Licenciado en Biología por la UCM y continúa realizando estudios de psicología, sociología, francés y chino.


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