Revista Ecos de Asia

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This article was written on 31 Ene 2019, and is filled under Cine y TV.

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Desvelando a Somerset IV: Traición, amor y “La Garbo”

Retomamos nuestra serie dedicada a la obra de William Somerset Maugham El velo pintado después de haber analizado en profundidad la novela (sus antecedentes, la parte ambientada en Hong Kong y la resolución de la misma en el interior de China), dedicándonos ahora a explorar la primera de las tres adaptaciones cinematográficas que se llevaron a cabo: El velo pintado (1934),[1] filme protagonizado por la estrella del celuloide en blanco y negro, Greta Garbo.

Cartel promocional del fime.

En primer lugar, debemos destacar que, como ya analizamos al comentar el argumento de la novela original, el tema principal del relato gira en torno a la infidelidad. Puede resultar llamativo que semejante argumento se llevara a la pantalla en los años treinta, pero cabe mencionar aquí el hecho de que esta primera adaptación de El velo pintado pertenece a un curioso lapso temporal que va desde la llegada del sonido, en 1927, hasta la implantación del Código Hays (Motion Picture Production Code) en 1934, por lo que las producciones elaboradas en esta época presentan una censura menos restrictiva.[2] A pesar de ello, en la película se observan drásticas modificaciones respecto al original, que comentaremos a su debido tiempo, así como el empleo de la elipsis y la metáfora, todo ello buscando omitir aquellos pasajes del libro de índole puramente sexual.

Asimismo, otras variaciones respecto al original vienen motivadas por cuestiones más prosaicas, como es la elección de la actriz principal y cúspide del triángulo amoroso: Greta Garbo. La diva sueca, que ya había alcanzado renombre con el cine mudo, hubo de adaptarse, como muchos otros actores, a la llegada del sonido. Aunque siguió deslumbrando con sus facciones perfectas y el potente magnetismo de su intensa mirada, lo cierto es que la Garbo no consiguió deshacerse de su fuerte acento germánico al hablar inglés. Esta circunstancia motiva un cambio de localización en el argumento de la película: si bien Kitty Fane es una muchacha inglesa en la novela, Katrin es una joven austriaca. Nótese, del mismo modo, el cambio en los nombres de algunos de los personajes para adaptarlos a estas nuevas resonancias germánicas, como Doris, la hermana de Kitty, que se transforma en Olga, o los padres de ambas: Herr y Frau Koerber, que en el original se apellidaban Garstin. A lo largo de la película se hará referencia a este cambio en los orígenes de la protagonista cuando, al llegar a Hong Kong, le presenten al seductor embajador colonial, Jack Townsend, quien comentará “Esperaba ver una chica inglesa”, a lo que Katrin responde: “Soy austriaca”.

El filme, que podríamos calificar como el característico melodrama de la Metro, presenta –al contrario que la novela- un desarrollo lineal, iniciándose con la boda de Olga (Cecilia Parker). Mientras su hermana Katrin (Greta Garbo) la ayuda a cambiarse de ropa y a hacer el equipaje para la luna de miel, ambas comentan en tono ligero y con mucha ironía los planes que su madre tiene para Katrin, quien con veinticinco años aún no se ha casado. En un diálogo vertiginoso y con mucho humor, más propio de las comedias de George Cukor (Historias de Filadelfia, 1940), Katrin banaliza a sus pretendientes mientras le regala a su hermana pequeña un picardías que su madre consideraría “wicked” (aquí entendido como “travieso” o “pecaminoso”).

La despedida de Katrin y Olga.

Esa misma noche, azotada por el insomnio causado por sus preocupaciones sentimentales, Katrin es despertada por su padre que regresa a casa con su asistente, el aburrido científico Walter Fane (Herbert Marshall). Mientras la muchacha prepara el té, Fane le confiesa su profundo amor y le pide matrimonio, a lo que ella responde que necesita un tiempo para pensárselo.

Sin mediación, empleando con maestría la elipsis, la tetera de esta cocina austriaca se transforma en la tetera de un barco que atraca en Hong Kong con el matrimonio Fane a bordo. En el momento en que Katrin intenta hacer una fotografía de la curiosa escena que supone una familia china tomando el té, su marido tomará la cámara y le ayudará en su tarea, pues la joven no conseguía enfocar correctamente la imagen. Esta pequeña anécdota puede ser entendida como una metáfora sobre la futura relación de la pareja: será Walter quien consiga “enfocar” el modo de ver la vida de Katrin, que tan equivocada estaba sobre lo que verdaderamente es importante.

Walter ayuda a Katrin con la cámara fotográfica.

Otra sutileza presente en esta escena es cuando la pareja mira fuera de plano a un lugar que Walter indica con su mano, mostrándole a su esposa el lugar donde se ubica su nueva residencia: “allí arriba”. Con este gesto se hace referencia a la llamada Cumbre Victoria o “The Peak”, situada en la zona alta de Hong Kong y donde se localizaban las lujosas residencias de la mayoría de los occidentales que habitaban la colonia.

Nada más desembarcar, se produce el primer encuentro entre Katrin y Jack Townsend (George Brent), un diplomático que desde el inicio mostrará especial interés por la joven, a pesar de estar casado. Aprovechando las extenuantes jornadas laborales de Walter, que lo alejan del hogar, Townsend llevará a cabo un baile de seducción sin cortapisas, explotando todo el exotismo orientalista en su haber. De este modo, la deleitará con románticas leyendas orientales y poemas chinos –que probablemente se inventa sobre la marcha, dado que no sabe ni cómo coger correctamente un rollo de pergamino- y guiándola a través de las tiendas de
curiosidades.

Katrin y Townsend en la tienda de curiosidades.

A pesar de las reticencias iniciales, Katrin acabará cayendo víctima del hechizo orientalizante de Townsend cuando éste la acompañe a un festival chino que incluye todos los elementos que el espectador de los años treinta identificaría como característicos de la China tradicional: mujeres danzando con elegantes vestidos de mangas interminables,[3] un dragón chino y hombres con maquillaje facial que asemeja una máscara.[4]

Imagen general del festival.

Detalles de las bailarinas, el dragón chino y el actor con el rostro pintado.

Comparación de las bailarinas del filme (derecha) con unas esculturas de la dinastía Tang, de la segunda mitad del siglo VII, exhibidas en el Museo Guimet de París (izquierda).

La ceremonia de seducción concluye cuando ambos visitan un templo, plagado de extrañas esculturas y rodeado de un halo de misterio gracias al incienso de las plegarias. Allí, un monje le leerá la fortuna a Katrin, convenciéndola de que el amor que tanto ansía está muy próximo a ella.

Townsend y Katrin en el templo.

El descubrimiento de la infidelidad viene relatado en el filme con enorme sutileza. De esta forma, cuando Walter regresa temprano del trabajo con unas revistas femeninas que podrían interesarle a su mujer, encuentra la puerta del dormitorio de esta cerrado y sobre la mesa un salacot (el característico sombrero colonial) perteneciente a Townsend, dándose así cuenta del affaire.

La confrontación de los hechos, en una caldeada discusión, y el consiguiente ultimátum que le ofrece Fane a su esposa (si Townsend no se divorcia, Katrin deberá viajar con su marido a Mei Tan Fu para combatir un brote de cólera) sucede como en la novela, aunque a partir de este punto la acción de la película se acelera y los acontecimientos se suceden con rapidez.

Una vez llegado al foco de la enfermedad, el matrimonio se encontrará con otros personajes como el vitalista – y con tendencia al alcoholismo- Waddington (Forrester Harvey) o el General Yu, al que da vida el actor sueco Warner Oland quien, sin hacer uso de la técnica del Yellowface[5] se hizo famoso interpretando personajes orientales, como Charlie Chan, papel que le llevó a la fama. Sin embargo, estos secundarios no gozan del protagonismo que sí tienen en la novela original.

Greta Garbo y Warner Oland en un fotograma del filme.

El cambio emocional que sufre Katrin, y que en el libro se va desarrollando progresivamente, en el filme resulta fulgurante. El contacto con la muerte hace que Walter se replantee sus prioridades, perdonando la infidelidad de su mujer y renovando sus promesas de amor. Le ofrece incluso la posibilidad de regresar a Hong Kong mientras él realiza un viaje, pero a su vuelta se regocija al ver que Katrin no solo no le ha abandonado, sino que se ha convertido en una piadosa enfermera que ayuda a las monjas del convento a cuidar de las niñas chinas. No queda aquí ningún rastro del asco que estas pobres criaturas suscitan en la señora Fane al inicio en el texto original, sino que su bello rostro, enmarcado por la monacal toca, se convierte en un vivo reflejo de la piedad cristiana y la redención.

Katrin cuidando a las niñas chinas en el convento.

Las medidas sanitarias impulsadas por el doctor, que consisten en quemar las casas de la aldea, resultan en una violenta revuelta. En medio de la confusión, Walter Fane es apuñalado y Katrin corre a su lado. Justo en los momentos previos al encuentro de los esposos, la joven se da cuenta de que no es digna del amor de su marido y, con Townsend de testigo –que se había personado en la zona para asegurar el bienestar de su antigua amante-, rechaza de lleno el pecado y se encomienda al perdón divino.

La película concluye así con la piadosa Katrin arrodillada junto al lecho de Walter, pidiéndole que no la abandone, y dejando de manifiesto su posible recuperación con un beso final. Una conclusión apta para el código moral de la época, en el que (tras una salvación in extremis) la pecadora se arrepiente y vuelve a encontrar solaz en el amor conyugal.

Lejos quedan la ambigüedad moral y las imperfecciones tan humanizadoras de la Kitty literaria, que tras la muerte de su marido (en lo que se supone un suicidio), regresa a Hong Kong y cae de nuevo en brazos del seductor Townsend, aún en contra de su voluntad. Ni rastro del embarazo de la protagonista, con la consiguiente duda sobre la paternidad del vástago. Tampoco se llevó al celuloide el resurgir empoderador de esta mujer que, con sus fallos, decide huir hacia adelante y buscar una vida mejor, con la promesa de educar a su hija de modo que, al menos ella, aprenda de los errores de la madre.

Dejando al margen la corrección en la adaptación de la novela, la película dirigida por Richard Boleslawski cuenta con detalles que la hacen interesante. Además de la soberbia actuación de Greta Garbo, que deslumbra en cada plano, merece especial atención el cuidado en la dirección artística y la fotografía.

Por un lado, los decorados y el vestuario, a cargo de Cedric Gibbons y Adrian respectivamente, ofrecen el marco ideal para la acción. Cierto es que la representación de “lo oriental” y la otredad con respecto a los protagonistas busca un contraste exacerbado, llegando a veces a componer escenas –como aquella del festival- que parecen un collage orientalista y poco veraz, más propio de una celebración del Año Nuevo en el Chinatown de alguna ciudad americana que del Hong Kong de principios del siglo XX.

De otra parte, el vestuario de Greta Garbo ofrece siempre guiños a la moda oriental, desde el gracioso sobrero con resonancias manchúes que luce en algunas escenas, hasta el delicado vestido con cuello mao y decoración de nudos chinos en el pecho que porta durante el festival.

Diversas imágenes que muestran los atuendos orientalizantes de la protagonista.

Finalmente, resulta imprescindible citar el excepcional trabajo de William H. Daniels, a cargo de la fotografía, que nos brinda complejos planos cargados de belleza, en los que siempre consigue sacar lo mejor de la espectacular Greta Garbo. Ya sea jugando con los reflejos en un cristal, ocultando su figura tras velos transparentes (esenciales, puesto que figuran en el título) o enmarcando su rostro entre las cañas de bambú de la baranda, Daniels convierte a la actriz en musa y al relato visual en arte cinematográfico.

Tres fotogramas de la película.

Como hemos podido ver a lo largo de este texto, las incursiones del mundo de Somerset en el celuloide deparan interesantes puntos de análisis, los cuales seguiremos desentrañando en próximos artículos.

Para saber más:

 

Notas:

[1] El velo pintado / The Painted Veil (1934) País: Estados Unidos. Dirección: Richard Boleslawski. Guion: John Meehan, Salka Viertel, Edith Fitzgerald (Novela: William Somerset Maugham). Música: Herbert Stothart. Fotografía: William H. Daniels (B&W). Reparto: Greta Garbo, Herbert Marshall, George Brent, Warner Oland, Jean Hersholt, Bodil Rosing, Katharine Alexander, Cecilia Parker, Soo Yong, Forrester Harvey. Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM).

[2] Sobre la censura cinematográfica anterior al Código Hays puede consultarse el siguiente artículo: MONTIEL ÁLVAREZ, Teresa, “Los inicios de la censura en el cine”, ArtyHum. Revista digital de Artes y Humanidades, nº 16, Septiembre, 2015. pp. 54-69. Disponible aquí.

[3] Este tipo de danza se remonta hasta la dinastía Zhou que gobernó China entre 1122 a. C. y 249 a. C. aproximadamente.

[4] Este tipo de maquillaje recuerda al tradicionalmente empleado en la ópera china. Para más información sobre el tema puede consultarse el artículo introductorio sobre esta temática disponible aquí.

[5] Sobre el fenómeno del Yellowface, que consiste en utilizar maquillaje para que los actores caucásicos asemejen sus rasgos a los orientales, puede consultarse el siguiente artículo.

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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