Revista Ecos de Asia

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This article was written on 04 Mar 2015, and is filled under Cultura Visual.

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La extensión mundial del manga japonés. I

Incontables resultan los artículos que hemos realizado en Ecos de Asia centrados en el manga y el anime japonés: monografías sobre autores concretos, obras o géneros, además de la recepción en España del manganime o de fenómenos globales en los que se ve también inmersa esta parte de la cultura japonesa contemporánea.

Imagen del anime basado en el manga SlamDunk (1990-1996), TakehikoInoue. A pesar de ser un manga deportivo (y de asumir conceptos ligados al deber o a la identificación con el grupo, muy extendidos en la cultura nipona), se ha exportado a multitud de países con bastante éxito.

Imagen del anime basado en el manga Slam Dunk (1990-1996), Takehiko Inoue. A pesar de ser un manga deportivo (y de asumir conceptos ligados al deber o a la identificación con el grupo, muy extendidos en la cultura nipona), se ha exportado a multitud de países con bastante éxito.

Hoy vamos a plantear un breve epígrafe generalista, dividido en dos artículos de los cuales presentamos hoy el primero, que pudieran servir como marco para muchos de los textos anteriores, y que se dedican a mostrar las herramientas que han hecho posible que todo este género cultural se extienda a lo largo del mundo occidental. Algo, a priori, extraño. Si pensamos en los aparatos electrónicos producidos por grandes marcas japonesas como Sony o Toshiba –desde aparatos de lectura de CD hasta videoconsolas- son concebidos desde su origen para el consumo interno del país, pero también para la exportación. Lo mismo sucede con los automóviles (en los que Toyota o Mitsubishi son marcas reconocidas y compradas a nivel mundial) o con multitud de productos, que funcionan bien dentro y fuera de las fronteras del archipiélagonipón. Sin embargo, el manga y el anime no parecían creaciones que pudieran tener una fácil recepción más allá del mercado interno: ¿entendería fácilmente un occidental las reminiscencias al teatro Noh o Kabuki, el prisma religioso japonés –con su posición propia acerca del cristianismo- o la forma de concebir el sexo y su representación?[1] No parecía algo muy probable. La sociedad japonesa tiene fama tanto de culta como de cerrada en sí misma, y su cultura visual parecía un fiel reflejo de ello.

La propia forma de lectura, de derecha a izquierda, desde lo que consideramos en Occidente contraportada hasta nuestra portada, resultaba de por sí algo extraño en manos europeas o norteamericanas, acostumbradas además a un estilo visual que no terminaba de encajar con los ojos grandes y las expresiones y onomatopeyas tan características de la tradición local japonesa. Sin embargo, como destaca Paul Gravett (periodista, difusor del cómic a nivel mundial, y uno de los estudiosos de este tema), las series de animación lograban, por el contrario, exportarse con relativa facilidad.[2] Lo cierto es que el anime era relativamente más sencillo de vender a productoras internacionales gracias a que requería tan sólo un nuevo doblaje (en ocasiones ni siquiera aplicado a la canción inicial o al cierre), y como mucho un corte u otro de censura.

Imagen extraída de la película Mi vecino Totoro(1988), dirigida por Hayao Miyazaki, uno de los mayores representantes de la cultura del manga y el anime a nivel mundial.

Imagen extraída de la película Mi vecino Totoro (1988), dirigida por Hayao Miyazaki, uno de los mayores representantes de la cultura del manga y el anime a nivel mundial.

La animación japonesa, extendida de forma masiva a través de los nuevos canales de televisión –en España y en Europa- era barata y generaba muchas veces altos índices de audiencia.[3] Varias generaciones se criaron con dibujos nipones (a veces con mala calidad de dibujo o con un guion muy simple, pero por ello mismo tremendamente efectivo) y comenzaron a demandar el dibujo manga original en el que se basaba gran parte de la industria de los dibujos animados. Las barreras culturales y las rencillas hacia el Japón más imperialista habían quedado superadas por jóvenes y adolescentes que lo veían como un lugar exótico, ahora rico y con una cultura diferente y atractiva a sus ojos. Cuando Glénat Editions en Francia comenzó a editar el manga Dragon Ball, llegó a tener en la primera mitad de los 90 una tirada media de 300.000 ejemplares. El mercado francés de este producto no ha dejado de crecer (por encima del 300%) en los últimos años, y en otros países (como Alemania, Italia, o la propia España), supone el 50% o más de la mitad de las ventas de cómic y libro ilustrado. El manga ha pasado en apenas dos décadas de fenómeno curioso a competidor principal en los mercados europeos o, incluso, a problema de difícil solución para los historietistas locales. ¿Por qué? Como recoge Paul Gravett, en palabras de Paul Pope (artista especialmente reconocido, tanto por su transgresión como por su trabajo para grandes editoriales norteamericanas), porque el manga ha creado un lenguaje universal que puede calar hondo desde Tokio hasta Lisboa, pasando por San Francisco:

Cómics para todo el globo, así pensaban los japoneses. Ellos me dijeron que su objetivo era crear un estilo de cómic que fuera universal, un estilo para el siglo XXI, comprendido por todos los lectores.

A pesar de que, originalmente, pudiera parecer un producto ligado a una tradición local, lo cierto es que las corrientes del manga y el anime se han hecho universales, hasta poderles aplicar la etiqueta de “glocal” (globales con rasgos locales), pero de eso seguiremos hablando en el siguiente artículo.

Para saber más:

La mayor parte del artículo se ha basado en la completa obra (que recomendamos desde aquí al lector) deGravett, Paul, Sixty Years of Japanese Comics, Nueva York, Collins Design, 2004. Recomendamos también a: Tajada Sanz, Cristina, El mercado español del manga: Estado de la cuestión, Actas del Foro Asia-Pacífico, Universidad de Granada, Septiembre de 2006. Disponible aquí.

Notas:

[1] Y, de hecho y a pesar de la consolidación actual del manga y el anime en Occidente, sigue dando mucho de que hablar: Fletcher, James, ¿Por qué Japón no ha prohibido los cómics de pornografía infantil?, en BBC Mundo, 08/01/2015. Disponible aquí. [16/01/2015].

[2] Algo hemos escrito en Ecos de Asia acerca de esta llegada en relación a España, a través del influjo de obras como Heidi, Marco, Dragon Ball o Mazinger Z.

[3] Sirvan como ejemplo las cifras crecientes de audiencia de Dragon Ball en España en las cadenas locales: Telemadrid llegó a obtener un 37% de share, mientras que en Valencia la cifra ascendió al 53% y en Cataluña al 58%. Uno de cada tres niños en España había seguido la serie en algún momento. Quesada de la Cámara, Daniel y García Altamira, Jacob, Generación Dragon Ball, Asociación Cultural del Cómic (Japonés), 2008.

avatar Julio Andrés Gracia (38 Posts)

Investigador y gestor cultural. Doctor en Historia del Arte con la tesis “Intermedialidad en el cómic adulto en España (1985-2005). De la historieta a la pintura, el audiovisual y la ilustración”. Ha trabajado sobre temas relativos al manga y el anime en congresos especializados y en artículos, tanto científicos como de carácter divulgativo.


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