Revista Ecos de Asia

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This article was written on 28 Jun 2017, and is filled under Historia y Pensamiento.

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La homosexualidad en Japón durante el período Tokugawa

En otros artículos de Ecos de Asia se ha podido ver el estado de la homosexualidad japonesa en la actualidad, algo que se hizo mediante el análisis del sistema educativo y laboral y al tratar la política del archipiélago nipón. En este artículo, a diferencia de los anteriores, se verá cómo fue la homosexualidad en Japón durante el período Edo o Tokugawa (1600/1603-1868), ya que fue el momento en el que ésta tuvo un mayor protagonismo en la historia del País del Sol Naciente.

Para profundizar en este tema, hay que tratar, un poco, los antecedentes históricos. La primera referencia a la homosexualidad que existe en Japón data del período Heian (794-1185), época en la que el famoso gran maestro Kûkai (774-835), también conocido como Kôbô-Daishi, fundó la escuela Shingon dentro de la rama del budismo Mahâyâna. Este monje desarrolló una propia forma de tantra con la cual se podía llegar a despertar el espíritu con la pérdida del individuo en las relaciones sexuales.[1] Fue así como nacieron las prácticas sexuales entre hombres en los monasterios japoneses, algo que se extendió por todo Japón. Esto acabó inspirando la creación de un género literario conocido como Chigo monogatari, el cual trataba historias de amor entre los monjes y los jóvenes acólitos.

Las relaciones entre hombres fueron tan populares que, a finales del siglo X, concretamente en el año 985, el monje Genshin, también conocido como Eshin Sôzu, publicó un tratado titulado Ôjôyôshû en el que describía los castigos que les esperaban a los monjes que practicasen tales actos en el purgatorio budista. Pero dichas amenazas no fueron tomadas muy en serio, pues estas prácticas se siguieron desarrollándose, llegando al punto en el que se creó la literatura Gozan, donde los monjes escribían poemas en chino en los que manifestaban sus preferencias sexuales. Incluso los evangelizadores cristianos que llegaron a Japón en 1547 reflejaron estos actos en sus cartas, siendo un ejemplo la escrita en 1596 por el padre Francisco Cabral (1533-1603):

“Las abominaciones de la carne y los hábitos viciosos estaban considerados en Japón como algo honorable; los hombres confían sus hijos a los bonzos para ser instruidos en tales cosas al mismo tiempo que los usaban para servir sus deseos.”[2]

Pero los monasterios budistas no fueron los únicos lugares donde hubo este tipo de prácticas, ya que desde ellos pasó a la corte. La nobleza del período Heian fue conocida por su refinamiento y elegancia, los cuales quedaron constatados en las obras literarias de la época. Es en ellas donde también aparecen las relaciones íntimas entre hombres, pudiendo ser un ejemplo la escena en la que comparten cama Genji y Kogimi en Genji Monogatari, una novela escrita por Murasaki Shikibu alrededor del año 1000; aunque hay que señalar que esta escena es de libre interpretación. Otras obras como como Ise Monogatari, del siglo X, o los diarios del siglo XII de Fujiwara no Yorinaga, hacen referencia a las prácticas sexuales entre hombres. En el caso de Yorinaga, que vivió entre los años 1120 y 1156, dejó escritas en sus diarios varias relaciones amorosas entre bailarines y cantantes.[3]

También se sabe que, durante el reinado de los emperadores Shirakawa (reinado, 1073-1087) y Toba (reinado, 1107-1123), se emplearon a hombres jóvenes como compañeros sexuales en sus palacios. Incluso se tiene constancia de que el emperador Go-Shirakawa (reinado, 1155-1158) mantenía relaciones íntimas con su ayudante Fujiwara no Nobuyori.[4]

En el período Muromachi (1336-1573), por otro lado, los shôgun mantenían a sus jóvenes amantes en sus palacios. De hecho, incluso los emperadores mantenían a estos jovencitos en sus dominios, ya que en su palacio había unos pajes jóvenes con el rostro maquillado, con peinados formando trenzas y vistiendo largos trajes bordados, que accedían a sus deseos siempre que éstos los requiriese.[5] Y fue en este período cuando nació el wakashudô o shudô, que se podría traducir como “el camino del hombre joven”. Se trata de una disciplina que fue seguida por la clase guerrera, es decir, por los samuráis, y que consistía en el mantenimiento de relaciones amorosas y/o sexuales con hombres jóvenes.

Los componentes del shudô eran, por un lado, el wakashu y, por otro, el nenja, es decir, “el joven” o “el efebo” y “el que desea” o “el que piensa”. Se trata de una relación que derivó a la clase samurái desde los monasterios budistas, y que se propagó rápidamente durante la era de los Reinos Combatientes (1467-1573) debido a la gran cantidad de luchas que hubo en todo el país.

Con el tiempo, este tipo de relaciones se denominaron nanshoku, cuya traducción sería “sodomía” o “pederastia”.[6] Dicho término hace referencia a las leyes o normas que se debían de cumplir para que se pudiese llevar a cabo una relación de este tipo; por lo tanto, sería una especie de código.

Lo que caracterizaba a estas relaciones eran la lealtad y la fidelidad. El nenja, papel desempeñado por el samurái mayor, daba al wakashu tanto protección como trabajo, y éste tenía que serle fiel y sincero. De este modo, se creaban unos vínculos entre el nenja y el wakashu que durarían hasta la mayoría de edad del joven; e incluso después de ello, era habitual que los dos hombres siguiesen manteniendo una relación de amistad[7]. En cuanto a los roles desempeñados, el mayor sería la persona activa o masculina de la relación, mientras que el joven sería la personificación de la mujer. Estos roles eran fijos, puesto que la pasividad de un hombre adulto se vería como algo deshonroso.

En cuanto a las relaciones íntimas femeninas, no hay constancias de que existiesen al mismo nivel que las masculinas. Iwata Jun’ichi denominó al nenja de estas relaciones entre mujeres como tachi, que significa “espada”, y al wakashu como neko, que significa “gato”, pero Iwata no tiene constancia de que esos términos fuesen las denominaciones reales.

Estas relaciones empezaron a desaparecer con la llegada del período Tokugawa, momento en el que aparecieron otras distintas. Esto fue debido al debilitamiento de la clase samurái y al enriquecimiento de los comerciantes de las ciudades, lo que provocó que estos últimos comercializasen con el nanshoku. De este modo, comenzó una era en donde los niños y adolescentes fueron prostituidos por los vendedores, lo que dio lugar a la destrucción del vínculo que se creaba mediante el nanshoku y a la preocupación de las clases dirigentes del país.

El principal lugar donde los vendedores podían comerciar con este tipo de relaciones fue en los barrios del placer, también conocidos como distritos rojos, los cuales fueron creados en las principales ciudades de Japón para el divertimento de la población, aunque al mismo tiempo se controlaba a los habitantes y transeúntes de dichos barrios. Fue en estos distritos donde predominaron las relaciones entre hombres de la época pues, a pesar de que los bonzos de los monasterios y los samuráis seguían practicando dichas relaciones, fue en las ciudades donde se comercializó con el nanshoku hasta el punto de nacer la prostitución masculina para hombres.[8] Y a esto se suma el surgimiento de una nueva subclase social, los actores de kabuki, entre los que había algunos que, además de hacerse pasar por mujeres en los escenarios, pues el teatro kabuki prohibía la actuación de la mujer, se vendían a sus admiradores hasta el punto de tener relaciones sexuales con ellos, algo que relata muy bien Ihara Saikaku en Nanshoku Ôkagami, libro que, a pesar de ser una recopilación de relatos literarios, presenta algunas relaciones reales.

El barrio del placer más importante fue el de la capital. Edo, ciudad que actualmente es conocida como Tokio, fue fundada en el año 1590, momento en el que se decidió trasladar el poder político de Japón a esta nueva urbe. Poco a poco, la ciudad de Edo se fue llenando de comerciantes y artesanos, y a partir de 1635, con la Ley de la Asistencia Alternada,[9] se tuvieron que realizar nuevas edificaciones para los daimyô y sus sirvientes, lo que conllevó el crecimiento y la expansión de la ciudad. Otras ciudades como Kanazawa, Osaka o Kioto también se acrecentaron.

Gracias a ese crecimiento, los comerciantes se fueron enriqueciendo, lo que provocó que los distritos rojos creciesen. De ellos habría que destacar el de Shinchi, más tarde conocido como Shinmachi, en Osaka, Yanagimachi, que cambió su nombre más tarde por Mitsujimachi, en Kioto, y Yoshiwara, que fue reubicado tras un incendio y pasó a llamarse Shin-Yoshiwara, en Edo, la capital.

Fue en esos barrios donde, además de llevarse a cabo servicios de acompañamiento, obras de teatro, venta de artículos de lujo y la producción de libros y estampas, se intensificaron las relaciones homosexuales entre hombres. De hecho, el nanshoku se infiltró en los barrios, siendo algo muy habitual incluso entre los miembros del Bakufu, el gobierno nipón de la época[10].

Incluso los grandes unificadores de Japón, Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu mantuvieron relaciones con otros hombres. La relación más conocida es la de Nobunaga con Mori Ranmaru, un miembro del clan Mori que se puso a las órdenes de Nobunaga y que fue recompensando gracias a la lealtad hacia su señor.[11] También es conocido que tanto Ieyasu como su sucesor, Tokugawa Iemitsu, yacieron tanto con mujeres como con hombres.[12]Y otro miembro de esta familia, Tokugawa Tsunayoshi, que vivió entre 1646 y 1709, fue conocido debido a que todos sus asistentes eran jóvenes atractivos, e incluso promovió a once de ellos al rango de daimyô.[13]

En cuanto a los propios barrios del placer, allí fue donde nació la prostitución masculina. Los hombres que eran alquilados eran conocidos como hôkan o taikomochi, quienes solían ser actores jóvenes de kabuki. Éstos eran alquilados por nobles o por comerciantes adinerados, aunque también eran prestados a las kagemajaya, casas de té especializadas en la prostitución masculina, donde éstos pasaban a llamarse kagema y eran prostituidos tanto a hombres como a mujeres.[14] El papel de estos acompañantes solía ser desempeñado por los onnagata, es decir, los actores de kabuki que hacían papeles femeninos en el escenario. Estos jóvenes actores, debido a las prendas que portaban y al maquillaje de sus rostros y de sus manos, lo que les hacía parecer que tenían una bella piel, se convirtieron que les convirtió en personas atractivas y deseadas.[15] Además de los actores de kabuki, el papel de los kagema fue llevado a cabo por algunos sirvientes de los daimyô que, una vez llegados a la ciudad, dejaron de servirle, por lo que tuvieron que trabajar en este tipo de empleos para poder sobrevivir en las ciudades.[16]

Zenroku y Hiramatsu, de Kitagawa Utamaro, 1788. Se presenta a dos hombres antes de tener un encuentro sexual, siendo posible que uno de ellos sea un kagema y que se encuentren, por tanto, en un kagemajaya.

En cuanto a las relaciones femeninas, igual que ocurrió anteriormente, apenas hay vestigios de estas. Si es cierto que se sabe que algunas oiran mantenían relaciones sexuales con clientas adineradas, y que a estas relaciones se les conocía como kaiawase (“juego de conchas”),[17] pero no se sabe mucho más acerca de estas prácticas. Se podría pensar que las mujeres samuráis, conocidas como Onna bugeisha, podrían haber tenido relaciones con mujeres, del mismo modo que las mantenían los samuráis hombres, pero, como no hay información sobre dichas relaciones, solo se puede especular al respecto. La única prueba que se tiene de estas relaciones se basa en las estampas eróticas en donde aparecen dos mujeres teniendo relaciones íntimas entre ellas, y en las obras de Ihara Saikaku donde, en algunas de las cuales, aparecen dichas relaciones.

Dos mujeres y el juego de las conchas, de Utagawa Kunisada, 1840.

Gran reflejo de estas relaciones se pueden observar en la literatura y en las estampas. Hay obras como la ya citada Nanshoku Ôkagami, de Ihara Saikaku, en la que aparecen las relaciones homosexuales, pero no es la única fuente. De hecho, se creó el género Shudô bungaku, una literatura del amor viril entre las que destacan, por ejemplo, Shin Yîki (1621), Dembu Monogatari (1624-1643) o la obra de teatro Onnagoroshi Abura no Jigoku, publicada por Chikamatsu Monzaemon en 1721. Además, en este período surgieron los shunga, un género dentro del ukiyo-e en el cual se representaban escenas sexuales explícitas, en las que hombres y mujeres mantenían relaciones íntimas tanto con personas de su mismo sexo como del contrario. Este género pictórico, al igual que su homónimo literario, fue muy difundido por todo Japón, gracias a la alta calidad artística que presentaba y, también, por la morbosidad del contenido.

Todo continúo de este modo hasta que llegaron los estadounidenses. Ya en 1841, con la aprobación de las reformas Tenpô, se cerraron algunas kagemajaya y algunos teatros de kabuki, pero la prostitución masculina siguió existiendo realmente en algunos locales como el de Higashi Hiezan en Tokio, kagemajaya que continuó activa hasta 1868.

La razón principal de la desaparición de este tipo de negocios vino de la mano de los estadounidenses, cuando el comodoro Perry llegó a Japón en 1853. A partir de entonces, se iniciaron revueltas por Japón de aquellos que querían abrir de nuevo las fronteras a Occidente. El resultado fue que en el año 1859 se dejó a las potencias extranjeras comercializar en los puertos de Yokohama, Nagasaki y Hakodate debido a las amenazas de los occidentales.

Todas las revueltas acabaron desembocando en la Revolución Meiji, llevada a cabo entre 1866 y 1869, acabando con el shôgunato de los Tokugawa e inaugurando el período Meiji (1868-1912). Fue entonces cuando comenzó el período de la moralidad, lo que provocó que las relaciones entre personas del mismo sexo fueran prohibidas y penalizadas desde 1873 hasta 1880 debido a los informes médicos, a la idea de la perversión sexual y, sobre todo, por el puritanismo de la religión cristiana. Y aunque a partir de 1880 se dejaron de prohibir tales relaciones, se veían como algo erróneo y equivocado, lo que provocó que empezasen a desaparecer. Incluso se inventó un dicho popular que decía que el florecimiento de las estampas eróticas fue lo que acabó dando lugar a la caída de la familia Tokugawa, así como las relaciones entre los prostitutos y los altos mandos.[18]

Este tipo de relaciones perduró, únicamente, en la mente de algunos escritores como Mori Ôgai, quien en su Vita Sexualis de 1909 trata el nanshoku entre estudiantes, igual que hace Tsubôchi Shôyô en su The Temperament of Today’s Youth, lo que ha hecho que algunos historiadores investiguen acerca de la realidad que hay detrás de las obras.

Encuentro en la playa, de Utagawa Hiroshige, 1838-1840.

En este artículo se ha podido ver como la homosexualidad en Japón nunca fue penalizada hasta la llegada de los occidentales, aunque habría que remarcar que no se debería de llamar a esas prácticas sexuales como “homosexualidad”, ya que en Japón no había términos para distinguir los diferentes tipos de amor o relaciones sexuales. De hecho, la homosexualidad no fue bien vista en Japón, sino que, simplemente, no se catalogaba como tal, pues daba igual mantener relaciones sexuales con personas del mismo o de diferentes sexo, aunque lo socialmente aceptado era lo segundo. Por esa razón, estaría mal decir que en Japón eran más tolerantes con respecto a la homosexualidad antes que ahora, puesto que ese término es relativamente reciente, por lo que se podría decir que durante el período Heian o el período Tokugawa no existieron las relaciones homosexuales, ya que esta palabra nació en el siglo XIX con connotaciones negativas, y a pesar de que actualmente la Real Academia Española (RAE) la defina como «inclinación erótica hacia individuos del mismo sexo», se trata de una definición moderna, actual y occidental que no se debería de aplicar a las relaciones pasadas debido a que éstas poco tenían que ver con las actuales.

A pesar de ello, es cierto que los nipones, al igual que muchos otros países asiáticos donde las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo estaban aceptadas en la antigüedad, deberían de mirar un poco su historia y comprender que no hay motivo para censurar o castigar dichas prácticas amorosas y sexuales.

Para saber más:

  • Rodríguez Fernández, Daniel. La homosexualidad en Japón y sus representaciones artísticas. Salamanca, Repositorio Digital de Gredos, 15 de septiembre de 2016. Disponible aquí.

Notas:

[1] Jânavira, Dharmachari. “Homosexuality in the Japanese Buddhist tradition”, en Western Buddhist review, 3, 2011. Disponible aquí.

[2] Ibid.

[3] Haggerty, George. Encyclopedia of Gay Histories and Cultures. Chicago, Bonnie Zimmerman, 1999, p. 443.

[4] Leupp, Gary. Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan. California, Universidad de California, 1999, p. 26.

[5] Mousset, Paul. Los cerezos del Japón. Barcelona, Ganduxer, 1988, p. 201.

[6] El término proviene, posiblemente, del libro Nanshoku Ôkagami, (El gran espejo del amor entre hombres en español), que fue publicado por Ihara Saikaku en 1687. En él aparecen cuarenta relatos en donde se narran las aventuras amorosas que había entre monjes budistas, samuráis y actores de kabuki.

[7] Lorenzo Iglesias, Lara. Sexualidad no heternormativa en Japón. Historia, situación jurídica y estado actual. Salamanca, Universidad de Salamanca, 2015, p. 9.

[8] Woods, Gregory. Historia de la literatura gay. Madrid, Akal, 2001, p. 73.

[9] Reforma que consistía en que los daimyô debían de residir, de manera alternada, un año en Edo, la capital, y otro año en su feudo

[10] Mosset, Paul. Op. cit., pp. 200-201.

[11] Más información disponible aquí.

[12] Sánchez Navarro, Gerardo. El homosexualismo. Madrid, Create Space Independent Publishing Platform, 2010, p. 83.

[13] Richie, Donald. “Tokugawa shogun saved from going to the dogs”, en The Japan Times. Culture, Tokio, The Japan Times, 30 de julio de 2006. Disponible aquí.

[14] Watanabe, Tsuneo, y Jun’ichi, Iwata. The Love of the samurai: a thousand years of Japanese homosexuality. Londres, GMP Publishers, 1989, p. 104.

[15] Tanizaki, Jun’ichirô. El elogio de la sombra. Gijón, Satori Ediciones, 2016, p. 62.

[16] Woods, Gregory. Op. cit., p. 73.

[17] García Rodríguez, Amaury. “Desentrañando lo pornográfico, la xilografía makura-e”, en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 79. México D. F., El Colegio de México, 2001, p. 150.

[18] Mosset, Paul. op. cit., 254.

avatar Daniel Rodríguez (208 Posts)

Profesor de Geografía e Historia. Graduado en Historia del Arte en la Universidad de Oviedo, con un Máster Universitario en Estudios en Asia Oriental cursado en la Universidad de Salamanca y otro Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional en la Universidad de Oviedo. Ha trabajado para el Museo Arqueológico de Asturias, la sala de exposiciones LAUDEO, la Universidad de Salamana, Satori Ediciones y la Academia Formación Sagan.


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